lunes, 18 de mayo de 2015

Ese maldito folklore

Hace tiempo que quería escribir sobre lo que en el mundillo del fútbol se conoce y se celebra como "folklore". Bajo ese mote se han escondido infinidad de afrentas y agresiones. Ese escudo ha erosionado los límites entre lo que es algo pintoresco y divertido y algo que está mal. Pobres los Larralde, Palavecino, Guarany, Atahualpa y tantos otros. Aquellos del folklore genuino. Del que hace sentir orgullo a más de uno. ¿Qué tienen que ver ellos con esta aberración en la que hemos convertido el fútbol? La soberbia de los argentinos nos hace creer que nuestro sentimiento es único y más especial que el que tienen hinchas en otros países. Sólo nosotros sabemos interpretar y vivir el fútbol. Y es por eso que acá la pasión a veces se nos va de las manos. Qué estupidez.


Lo que pasó el jueves pasado en la cancha de Boca es tan solo una muestra más. Los imbéciles otra vez dueños del show. Esos falsos hinchas no mantienen el fútbol, sino que viven de él. Somos nosotros, los hinchas genuinos, los que pagamos entradas, camisetas y diarios y alimentamos el negocio. Y por más de que nos escandalicemos y nos rasguemos las vestiduras, lo del jueves fue tan solo un caso más. Va más allá del color de la camiseta. Algunos de River que se quieren despegar del episodio, olvidando que en la cancha de River ocurrieron también cosas reprobables. Que en Córdoba entraron otros imbéciles a golpear a los jugadores. O que los barras se pelearon ¡en la confitería del club! Incidentes hubo y hay en todas las canchas. Agresiones a dirigentes. Agresiones a hinchadas rivales. Emboscadas. Internas de barrabravas. Zonas liberadas. Me acuerdo que incluso un hincha de Banfield ingresó a la cancha con un arma de fuego. La lista es interminable y lamentable... Y "siga-siga". 

Recuerdo también la primera vez que mi viejo me llevó a la cancha de River. Íbamos con mi hermano. Entramos al predio y el corazón me latía cada vez más fuerte. Veía por algunas rendijas entre la arquitectura del estadio el verde césped iluminado, y me emocionaba tanto que me tropezaba con los altos escalones de esa interminable escalera. Hasta que entramos a la tribuna y ahí estaba. Ese marco imponente e increíble. Era un partido de la Libertadores contra un equipo creo que ecuatoriano. No importaba. No me olvido más de ese momento mágico. Me acuerdo de muchos domingos escuchando partidos por radio tomando mate con mi viejo y mi hermano, yendo a la cancha, disfrutando victorias y sufriendo derrotas. En la cancha te podías abrazar con un completo desconocido, pero a quien sabías hermano del alma. Ver a mis ídolos jugando. Emocionarme. Esta lista de cosas lindas que he disfrutado del fútbol también es interminable. Es ni más ni menos que lo que hace que uno se siga ilusionando, alegrando y amargando. Perdona todo. Se banca todo. Deja que todo "siga-siga".

Como dice Eduardo Sacheri, para un argentino la desgracia ajena se disfruta más que la gloria propia (la canción tan festejada de "Brasil decime que se siente" no incluye la palabra "Argentina" en ninguna de sus líneas). ¿A nadie le parece esto un acto de mediocridad? Festejar que otro perdió y no fuiste vos el que le ganó... Me acuerdo cuando era chico (muy chico) y jugaban equipos argentinos la Libertadores. Cuando jugaban contra equipos brasileros o extranjeros, queríamos que ganaran. Teniendo amigos de otros clubes, lo normal era querer que ellos disfruten y tengan una alegría, antes que la algarabía fuera a parar a desconocidos hinchas de equipos extranjeros. "Los equipos argentinos"... Con Boca era quizás con el único que no pasaba eso (como hincha de River, queríamos que perdiera). Pero no recuerdo festejar goles de algún rival de Boca. Eso dejó de ser así hace mucho. Antes no había afiches, ni memés, ni redes sociales. El fútbol no era tan mediático. Todo pasaba por la charla de café en la oficina, con los amigos del colegio o del club. No había tanto odio (camuflado de rivalidad). Hoy se festeja tanto un gol propio como un gol de cualquier equipo al eterno rival. ¿De dónde sale tanto odio? El miedo a perder se está devorando al fútbol argentino. Y especialmente al superclásico. ¿En qué momento ganar como sea se transformó en un leitmotiv?. Pánico al error. Exceso de nervios. Exceso de declaraciones. Exceso de chicanas. Pierde el espectáculo (el genuino, no el de conventillo). La magia desaparece. 

¿Cómo llegamos a esto?
Todos somos responsables. Al síndrome argentino de "festejar la desgracia ajena" hay que sumarle el otro no menos patético que pregona que "la culpa siempre es del otro". Entonces nadie se hace cargo.

Los dirigentes (clubes + AFA) mostraron estar en connivencia con los barrabravas en innumerables ocasiones. No se pueden entrar banderas de más de 2 m2, pero entran. No se pueden entrar bengalas, pero se entran. Hay derecho de admisión, pero no se ejerce. Barras que venden entradas en la puerta del estadio. Negocios multimillonarios de trapitos. Dirigentes entrelazados con la política. Echan culpas a todos y a nadie. Ya vimos lo que pasa cuando algún dirigente se quiere oponer a este negocio establecido: sale eyectado. Señores: los barrabravas no son hinchas. El club es de los socios, no de esos tarambanas.

Por otro lado están los políticos y la gente responsable de garantizar la seguridad (de los protagonistas y de los hinchas de verdad). El garantismo se va a llevar puesto a este país. Hay derechos humanos, pero también hay deberes. Reprimir cuando alguien está haciendo algo en perjuicio de otros es algo necesario. Sólo por citar el caso del jueves, reprimir a los que tiraban botellas a los jugadores hubiese sido lo correcto. Y no, armar un túnel de escudos para que salgan los jugadores como si fuesen reos. Reprimir eso no los convierte en genocidas. No tiene nada que ver.

También es responsabilidad de los jugadores y técnicos, cuya irresponsabilidad a la hora de declarar y provocar a la gente con gestos desde dentro de la cancha (taparse la nariz al entrar a la Bombonera, hacerse los que tienen frío en el Monumental) es absolutamente reprobable. . Gozar una vez que se terminó el partido, una de las peores bajezas de un deportista. ¿Desde cuándo se volvió tan necesario "calentar" un superclásico? ¿No es suficiente la gloria deportiva, la motivación de querer vencer al otro dentro del campo de juego? Se habló mucho de guerra. Ahí están las consecuencias.

Otro enorme responsable de esto es el periodismo. Siento que todo empezó a pudrirse feo cuando arrancaba Tribuna Caliente y ese periodismo basura que ha hecho tanta escuela. Polemizar, polemizar y polemizar. Generar el punto y el contrapunto todo el tiempo para lograr un puntito más de rating, o vender un diario más, o tener una primicia aunque no esté comprobada la noticia. Preguntarle a un jugador que piensa del otro y luego ir a buscar a ese otro para contarle lo que habían dicho de él y ver qué le respondía. Pactos con jugadores para que les cuenten intimidades del vestuario. Hablar tanto de los arbitrajes. A veces pienso que la tecnología no ingresa al fútbol porque si se redujeran las polémicas, muchos medios se quedarían sin contenido. Ojalá alguien hablara de lo vergonzoso que es muchas veces el periodismo. Hacer notas irrelevantes de cosas que ni deberían llegar a los diarios. Fogonear tanto las cargadas. No respetar nada. Olvidarse que atrás de los protagonistas hay personas y familias.

Y finalmente, y no menos importante, nosotros también somos responsables. Somos responsables al echar leña al fuego. Al darle de comer al periodismo basura. Al comprar entradas en una reventa. Al gozar tanto tras la derrota ajena. Pero la saña indiscriminada hace mal. Hay que ponerse en el lugar del otro y respetar el sufrimiento (deportivo, claro está). Porque la próxima vez nos va a tocar a nosotros. El dolor de una derrota ya es lo suficientemente grande como para que a uno se lo anden recordando, más allá de esos cafés de oficinas o charlas con amigos. Somos responsables al ser hinchas de "la hinchada" y festejar a los violentos o aplaudirlos. O Cantamos "Boca te vamo' a matar", "River no te vas", "XX, hijo de p.., la p... que te p...", con odio en nuestros rostros (alguien me explicará algún día por qué se para el partido si hay un canto xenófobo, pero cuando hay insultos hacia jugadores, árbitros o el rival no; ¿será que si es entre argentinos se puede?). 

El otro día vino mi hijo (5 años) del colegio diciéndome que se había peleado con un amigo porque era de Boca. Que no se podía ser amigo de Boca si uno era de River... A odiar también se enseña y se aprende. No sirve de nada que después subamos una foto con un chico de River y uno de Boca abrazados, y después subamos fotos en las redes sociales enseñándoles a nuestros hijos a cargar a River o a Boca (después del 5 a 0 del verano, o ahora el caso inverso). A decirles que vayan al colegio y le digan que el otro club es basura. Eso no es folklore.

¿Cómo salimos de esto?
Asumiendo nuestra cuota de responsabilidad y haciendo lo que tenemos que hacer. Hay que volver a trazar los límites, que ya están demasiado desdibujados. Dicen que el fútbol es el reflejo de la sociedad. No es menos cierta la relación opuesta. Purifiquemos el fútbol y que eso luego rebalse en la sociedad. Seamos protagonistas. Esta semana me di cuenta que somos muchos más los que queremos y creemos en esa magia del fútbol. No permitamos que nos la roben. Hay que volver a trazar los límites. No seamos "hombres masa", respondiendo ataque por ataque y haciendo "lo que hacen todos". Hagamos un esfuerzo y recuperemos nuestra individualidad. Pensemos si lo que vamos a hacer suma o no. Aprendamos a separar la inocencia y una broma inteligente de cosas que sólo generan más odio. Celebremos las bromas inteligentes, cuando se hacen con respeto y cuando sabemos que a quien se las hacemos lo interpretará así. 

Tuve que soportar que hinchas me digan que yo le pegué a mis jugadores, que les tiré maíz, que rompí mi cancha. No, señor. Esos son imbéciles con los que no me identifico. Sí me identifico con River y su historia deportiva (descenso incluido, sí). No consumamos periodismo basura. Periodistas: investiguen a los barras, investiguen a los dirigentes. Denuncien. Hablen de fútbol todo lo que quieran (de eso no nos vamos a cansar nunca). Ayuden desde su lugar. Sumen, no resten.  

Necesitamos recuperar el fútbol. Porque necesitamos recuperar nuestra sociedad.

miércoles, 18 de febrero de 2015

La crisis del petróleo para que la entiendas

Hace poco un amigo me preguntó sobre la crisis del petróleo. Me dijo que no entendía demasiado al respecto. Que le parecía muy complejo. A raíz de eso, se me ocurrió usar una analogía para que sea más digerible para aquel que no está familiarizado con el tema, y hasta le aburre un poco. 

Vamos a suponer que el mundo es un boliche. Cada barra dentro del boliche es un país productor (oferta) y los grupos de amigos  que van al boliche representan a los países consumidores (demanda). En el boliche se preparan un poco más de 90 tragos por noche (barriles de petróleo por día).

El mercado
Todo el mundo chupa. Algunos grupos de amigos tienen barra propia (productores). Dentro de estos grupos con barra propia, encontramos dos clases diferentes: los que sacian su sed con los tragos que hacen en su barra y pueden vender un excedente al público (productores exportadores), y los que se chupan lo de su barra y todavía insatisfechos van a chupar a barra ajena (productores e importadores, caso USA). Al resto de los mortales que no tienen barra propia, no les queda otra que chupar en barra ajena (no producen; tienen que importar). Los estadounidenses consumen 10 tragos por noche en barras ajenas. Los chinos, 5. Ellos son los que más chupan. Del lado de los que más tragos venden, los árabes tienen 7 para vender por noche. Los rusos, 5. El total de tragos disponibles para vender a grupos de otras barras es alrededor de 60 por noche (excedentes para exportación). Los otros 30 se puede asumir que se los chupan en las mismas barras.

Ver tabla con principales importadores y exportadores de petróleo.

Fuente: indexmundi 
Fuente: indexmundi
La dinámica del precio
Históricamente, todas las barras hacían un sólo tipo de trago: caipiroska de limón. 90 caipiras por día... El precio del trago queda fijado por la oferta y la demanda.
Cuando la gente está sedienta y quieren tomar más tragos de los que se preparan, el precio sube: hay que hacer cola, y los dueños de las barras ven que si suben un poco el precio igual tienen venden todo lo que tienen.
Cuando la gente tiene tragos en la mano o los de la barra hacen tragos en exceso y los dejan en la barra sin servir, el precio baja. La gente tiene distintas barras para elegir, lo que le permite negociar mejores precios.
Esta relación entre lo que preparan las barras y lo que la gente consume es la clave del precio. No se fija en función del costo de hacer el trago, sino por oferta y demanda. Y la realidad es que la demanda es bastante inelástica. O, en nuestra historia, la gente siempre chupa lo mismo, (año a año un poco más para ser exactos). Por lo tanto, el precio se define casi exclusivamente por la cantidad de tragos que se preparen. También es cierto que hay otros tragos en el boliche. Los principales son cerveza (carbón), vino (energía nuclear) y tragos exóticos (otras energías alternativas).

Los costos de producción
Fuente: indexmundi
Cuando miramos cada barra a la interna, podemos observar que a no todas las barras les cuesta lo mismo preparar el trago. Algunos tienen muchísimos limoneros en sus casas y pueden preparar el trago a muy bajo costo. Otros tienen limoneros menos fructíferos o limones con menos jugo. Les cuesta más preparar los tragos. El costo de producción impacta en cuánto puede aguantar una barra un precio bajo (o un gobierno un precio de petróleo bajo si su economía depende de ello). En cuanto a la cantidad de limoneros que tiene cada barra, se destacan árabes (que además les cuesta poco prepararlo) y venezolanos (ver tabla, no incluye shale).


La OPEC
Dentro del boliche hay una zona VIP donde se juntan casi todos los dueños de las barras con capacidad excedente para venta de tragos. Los rusos y los noruegos, por diferentes motivos, se quedaron afuera de este VIP. Las barras de la zona VIP venden 27 de los 60 tragos que se comercian.
La cuestión es que, dentro del VIP, los dueños de las barras se ponen de acuerdo en cuántos tragos van a preparar en cada noche. De esta manera, pueden asegurarse de mantener un precio alto que les asegure que esa noche les vaya bien. La barra de los venezolanos es una de las más preocupadas al respecto, al igual que la de los rusos. El problema de los rusos es que a veces los dejan participar en las reuniones de la zona VIP. Pero no estar adentro no es exactamente lo mismo. 

Las guerras y el precio
Cuando hay rosca en el boliche, es más jodido comprar un trago. La oferta se reduce, ya que los barmans están protegiendo la mercadería. Conseguir un trago se vuelve mucho más caro...

El shale
Ante la escasez de limones, alguien ideó una forma de hacer caipira de maracujá (shale oil). Sacia la sed igual que la caipira de limón, y es igual de rica. El tema es que el maracujá es más difícil de sacar del árbol, y entonces su elaboración es más costosa. Acá aparecieron barras que tienen mucho maracujá (USA, Argentina). El tema es que para poder llegar a hacer los tragos hay que invertir mucho en las plantas. Para preparar un trago de maracujá, es clave la cantidad. Hacer muchos tragos a la vez permite amortizar mejor la subida al árbol. 

La reciente crisis del precio
Lo que sucedió en los últimos meses fue que se hicieron más tragos de los que la gente quiere tomar. Alrededor de unos 2 tragos de más. Entonces, el precio cayó. Y cayó a la mitad de su valor. Esto tiene algunas consecuencias importantes. Hay barras que empiezan a tener problemas de caja. Su costo de preparación es mayor que el precio del trago. Si no ahorraron en las buenas noches, van a tener problemas. Los que hacían caipira de maracujá ya no les conviene seguir haciendo. Les conviene chupar caipira de limón en la barra de enfrente (total está barato). Los grandes beneficiados son los borrachos chupadores, que pagan sus tragos a mitad de precio.
Esto se resolvería si se prepararan 2 tragos menos por noche. El problema es quién paga la fiesta y deja de hacer esos 2 tragos (dejando de ganar mucha plata). En la zona VIP se han puesto de acuerdo en varias oportunidades. Pero siempre son los mismos los que terminan haciendo menos tragos. Esta vez parece ser distinto. 

Algunas teorías
"Los árabes se cansaron y quieren mandar un mensaje al resto de los exportadores, principalmente a Rusia". Esto podría llegar a ser correcto. Dado que el precio del petróleo cayó, hay que producir menos. El problema de esto es ponerse de acuerdo en quién baja. Dado que el los ingresos del gobierno ruso depende mucho del petróleo (50% de sus exportaciones), un precio como el actual (50 usd/b) le genera importantes complicaciones. 
"Lo están haciendo los países exportadores para desmotivar a los que extraen shale". Podría ser cierto, pero es menos probable. Los principales perdedores son ellos mismos (los países exportadores), ya que en lugar de vender petróleo a 100, lo venden a 50. Sí es cierto que las petroleras que están extrayendo shale están muy apalancadas financieramente (contrajeron deuda para invertir en la producción), y un precio bajo las puede perjudicar en el corto plazo.
"Estados Unidos se perjudica por el shale/ Estados Unidos se beneficia". Las dos cosas son ciertas. Pagan mucho menos el valor del petróleo que importan pero al precio actual no les conviene hacer shale (nuevamente, se perjudican las empresas que hoy están fuertemente apalancadas financieramente). Cuando suban los precios volverán a extraer shale.
En el cuadro de abajo se ver el punto de equilibrio de los presupuestos gubernamentales de cada país (a qué precio del barril de petróleo se equilibran sus finanzas; y por debajo de qué precio están en déficit).

Espero haber podido ayudar a que al menos alguna persona más entienda un poco qué es lo que está pasando con el petróleo.











lunes, 5 de enero de 2015

La mano invisible (o mejor dicho, inexistente)

Hace más de doscientos años que surgió el concepto de “la mano invisible” que regula y corrige absolutamente todo en el mercado. La maximización de los beneficios se ha vuelto un dogma de fe en el mundo empresarial, y conceptos como “efecto derrame” siguen aun profundamente internalizados en las neuronas de empresarios y profesionales que hoy ocupan puestos directivos en las empresas. Un dólar más para el otro significa un dólar menos para nosotros. No crecer da más miedo que una enfermedad terminal. Penetrar la “base de la pirámide” y diseñar la obsolescencia programada del portfolio de productos (ver vídeo abajo o versiones más cortasse ven como éxitos del marketing. Aparece el doble estándar. Los sindicatos se ven como un obstáculo para la maximización del beneficio. Derrotar a la competencia para no ser derrotado se convierte en leitmotiv. Los empresarios tienen peor reputación que los políticos. Salvo destacables excepciones,  creo que se la han ganado.
Bajo este credo, se ha hecho muy difícil el avance de la responsabilidad social. La necesidad de justificarla a través de resultados económicos ha contenido su progreso. El principal problema es la dificultad de plasmar mejoras cualitativas y de largo plazo en un cuadro de resultados. Por ello aparece los conceptos de “sustentabilidad” (poder mantener el resultado económico en el largo plazo) o “creación de valor compartido” (intentando reflejar que mejorando el contexto, mejora la situación de la empresa).
Al no poder reflejar los resultados de manera tan clara, comienzan a aparecer los grises. Se realizan iniciativas por temas de reputación, respuesta a acciones de activistas, o a reclamos de sindicatos, gobierno o comunidad. El estímulo fundamental por el cual las empresas realizan acciones de RSE se diluye, sin quedar bien claro cuál es la motivación subyacente detrás de esas acciones.
Por citar un ejemplo, en la industria manufacturera se está haciendo cada vez más hincapié en el tema de seguridad de las personas, intentando medir su impacto económico, con escaso éxito. Pero la cruda realidad en algún punto enfrenta a la seguridad con la productividad. Realizar los procedimientos de seguridad lleva tiempo. Posponer una tarea porque las condiciones de trabajo no son seguras cuesta dinero. El recurso para supervisar a un contratista es mejor utilizado si nos ayuda a producir más. Es infinita la cantidad de casos en las que se pregona sobre la seguridad, pero los sistemas (evaluaciones, promociones, llamados de atención, pedidos de explicaciones) luego van por otro lado. La productividad paga cash. La seguridad, a plazo.
Latinoamérica es la región más desigual del planeta. Con los sectores más pobres creciendo de manera más acelerada la tendencia pareciera difícil de torcer. Cada vez menos ricos con más riqueza. El efecto derrame no parece llegar nunca. La deteriorada y rivalizada relación patrón-sindicatos vuelve todo aún más complicado. Sindicalistas corruptos, activistas con intereses espurios.
Entonces… ¿qué hacer? Hay un caso que recientemente me llegó y me pareció muy ilustrativo. Se trata de Du Pont, hoy referente en temas inherentes a la seguridad industrial. En sus inicios manufacturaban pólvora. Dado que la seguridad fue de vital importancia para los Du Pont, la familia Du Pont vivía en la fábrica compartiendo los riesgos con sus empleados;. Tenían una regla de oro: “ningún empleado entrará en un molino nuevo o reconstruido sin que algún miembro de la familia o de la dirección haya probado personalmente su funcionamiento”.
El concepto me parece contundente. Si cuando tomamos decisiones, las tomáramos pensando que los afectados por esas decisiones serían nuestros padres, hijos y hermanos, tal vez las cosas serían diferente. El caso de cuidar el planeta para las “futuras generaciones” es un concepto también distante. No lo cuidamos de igual forma que nuestro propio hogar. Creemos que alguien más se ocupará de hacerlo. Y ni hablar de nuestro comportamiento como clientes. Los esquemas de ajuste del capitalismo dependen de nuestro rol como clientes. Tenemos que ser clientes responsables. Si no nos gusta la obsolescencia programada, la mejor (y quizás la única) herramienta que tenemos hoy a mano es la de no comprar.

Por eso creo que la solución tendrá que venir por el cambio conceptual con el que debemos empezar a tomar decisiones. Hoy ya existe una conciencia más ética de qué es lo correcto. Y mientras esta conciencia va introduciéndose en las empresas y en la sociedad, seguirá dependiendo de que cada uno desde su lugar haga su esfuerzo. Activistas, sindicatos, patrones y directivos. La mano invisible no existe. Tenemos que levantar la mano y decir presente en nuestra función y en nuestro rol. El efecto derrame podría transformarse en vasos comunicantes. Depende de todos.

viernes, 19 de diciembre de 2014

El discurso que no fue

Ayer fue la graduación del master que realicé en el último año y medio. Les comparto un discurso que escribí, y que luego fue enriquecido con aportes de mis compañeros de aula. Fue elegido para representar a mi clase en la selección final que realiza el IAE entre cuatro opciones presentadas por los distintos EMBAs. La elección final fue otro discurso, claramente más políticamente correcto y solemne. Se ve que "hay que romper el molde", pero no este... Espero lo disfruten...

***
Te anotás sin saber realmente por qué. Mucho menos para qué. Confiás en lo que te contaron algunos. Desconfiás de lo que te contaron otros, independientemente de que haya sido exactamente lo mismo. Y envalentonado porque tu familia y tu jefe están con vos, tomás la decisión y te inscribís en el EMBA, sin saber que en ese preciso momento estás también comprometiendo a todo tu entorno en una absorbente aventura.
Ponés proa a Pilar desde donde sea que estés viviendo, y llegás a ese primer desayuno con alrededor de unas cincuenta personas que nunca viste en tu vida. En el mejor de los casos, te encontrás con un amigo de taewkondo de tu primo, o con un ex compañero de trabajo de un amigo tuyo.
Las primeras cursadas son una especie de entrada en calor. Muy aplicado, vas a leer todas las notas técnicas y hacer todos los casos con el máximo nivel de análisis posible. Empezás midiendo un poco a tus compañeros y emitiendo tus primeros juicios de valor: “Puro biri-biri”; “Habla poco pero sabe”; “No leyó nada”; “Gracioso”. Conocés a los miembros de tu equipo. Tenés las primeras reuniones por Skype. Tu pareja se ocupa de tus hijos durante las reuniones y tu jefe te da unas horas las tardes de los martes y miércoles para que estudies.
Llega la primer semana intensiva. Leíste el 90% de la enciclopedia que se suponía debías haber digerido. Te enredás con el costeo por absorción, el margen de la rotación y la motivación extrínseca, sin dejar de lado la teoría de stocks que ni cerca estuviste de llegar a entender. En lo social, el outdoor ayuda a romper un poco más el hielo y empieza a intensificarse el máster social: fútbol, asados y juntadas. Mientras tanto, en el mundo real, tu jefe te recortó una de las tardes que te daba para estudiar. Tu familia, fiel, te sigue bancando.
El proceso comienza a repetirse. Tu habilidad de lectura y comprensión se incrementa a medida que se reduce el tiempo que dedicás a estudiar. El porcentaje de material leído ya anda por el 70%. Las reuniones de Skype se empiezan a alargar y a repetir. Empiezan los roces con algún compañero. Te enojás. Se enoja. Pero por ahora, nadie dice nada. Los profesores te exigen como si en la vida sólo existiera el máster. Supply Chain, revenues, ratios, trade-offs. Los eventos sociales se multiplican y pasan a llamarse “networking” (que es lo mismo, pero suena mucho más sofisticado). A esta altura, en el planeta tierra, las cosas empiezan a nublarse un poco. Tu jefe ya no te da ninguna tarde. Tus hijos participan en algunas reuniones de Skype, y ya estás durmiendo un poco menos. Siempre intentarás optimizar la fórmula: Horas a la familia + trabajo + máster + descanso = 24.
Empieza el segundo bloque. Cometés ese craso e inevitable error de creer que “lo peor ya pasó”. Te arrepentís y te castigás por haberte relajado por demás. Otra semana intensiva. Tu porcentaje de material leído anda por el 50%, ahora acompañado por otro indicador que es la profundidad con la que lo leíste, en un  70%. Aquellos roces con ese compañero de equipo ya se vuelven enconados enfrentamientos y salen a la luz. Por suerte, hablando la gente se entiende y la relación del equipo se ve fortalecida. Todos crecen. Era cierto eso de que, a veces, crecer duele. Avanzás con las betas, las 6M, las 4P, las 7S y catorce nuevas matrices de dos por dos. Tu cabeza late. La solución a todo parece estar en más asados y más salidas. En el mundo de los mortales, tu jefe te mira como sorprendido porque el máster todavía no hubiera terminado. En tu casa, ganaste un poco de aire al meter la cuatrifecta “vacaciones en familia / bautismo de hijo de un primo político / reunión de padres del colegio para tratar el daño al medio ambiente de las témperas usadas / colgar los cuadritos con fotos que estaban hace seis años en el cajón”. Tus antiguos amigos juran que te uniste a la secta Moon.
A los tumbos, lográs terminar el segundo bloque, sólo para darte cuenta de que se viene el examen final. Desde el “hombre de la bolsa” que no te habían tratado de generar tanto miedo con algo. Eternas y demenciales sesiones de análisis, inteligencia y contrainteligencia. Cada día que pasa es peor: leer un párrafo más sólo aporta confusión. Rendís el examen y te das cuenta de que no era tan grave. Encontrás otro motivo para celebrar, así que te podrás imaginar que el networking alcanza su máximo apogeo.
Comienza la segunda parte. En el planeta Tierra, tu jefe ya te empieza a cuestionar los días que te tomás. Ya nadie entiende cuándo se supone que tenés que estar en la oficina y cuándo no. Te vas trasformando en una especie de electrón libre. En tu casa, la paciencia empieza a agotarse. No importa: llegás a Pilar y la bruma se diluye. Pensás que ahora sí todo va a ser más relajado. Pero si hay algo que tienen claro los profesores es que no te van a regalar nada. Mundial mediante, el nivel de material leído está en un 30%. El de profundidad de lectura, en un decente 50%. Las reuniones de Skype ya fueron veladas y enterradas hace unas semanas. El networking se transforma en el eje central que le da sentido a tanto esfuerzo. Agachás la cabeza y le das para adelante. Sin saber ya cómo, dejás atrás el tercer bloque.
Es el turno de las materias electivas. En el tercer planeta del sistema solar, tu jefe ya ni te da trabajo porque no sabe si efectivamente seguís trabajando para él. En tu casa, el clima se pone espeso. Pero lo tuyo no es bajar los brazos, así que redoblás el esfuerzo: intensificás las visitas a la casa de tu suegra, faltás al laburo para estar en todas las reuniones del colegio de tus hijos, salís a comer con tu pareja más que cuando estabas de novio. Tu vida es un trade-off. Volvés a Pilar. A esta altura, para vos IAE ya significa Irrealidad Alternativa Extrema. Te cambian de aula, pero por suerte tu secretaria del programa (a esta altura una madre para vos) te lleva de la mano a donde tenés que estar. La novedad es que también te cambiaron a tus compañeros, esos que para vos ya son parte de tu familia. Te das el espacio para conocer a gente nueva, y te das cuenta que son igual de queribles. Tu nivel de material leído ya está en un alarmante 10%, con un nivel de profundidad del 20%. Ponés los casos debajo de la almohada porque crees haber leído en un paper de nueurociencia que el conocimiento se afianza en los sueños. Ya no sólo no sabés en qué materia estás. Directamente no sabés qué es lo que estás haciendo en el IAE. Ah, sí: networking.
Y como decía Vox Dei, “Todo concluye al fin”… Llega el ansiado final. En la vía láctea, tu jefe ya no te reconoce como empleado suyo y te mira con recelo. Tus compañeros de la oficina no te dejaron ni una abrochadora en tu escritorio. Tu familia festeja y celebra. Ya no más estudio. Sentís que recuperás el aire. No tenés ni idea de qué vas a hacer con todo ese tiempo que ocupaba el máster. Tu duelo ahora pasa por el networking. Pensaste que ya no habría grandes amigos en tu vida. Hoy te das cuenta de lo equivocado que estabas.
Al final, ¿qué te puedo decir? Anotate en el master. Vas a vivir una experiencia transformadora, reservada sólo para aquellos corajudos amantes de los desafíos. Vas a encontrarte con infinidad de invalorables “casos vivos”: personas que te comparten sus historias, cuestionando tus paradigmas, obligándote a repensar tu vocación y el rol que estás llamado a ocupar en cada ámbito de tu vida. Son personas, profesores, profesionales y compañeros, que te ayudarán a superarte. A llegar a donde pensaste que no podías. O al menos, a intentarlo. Pero de nada sirve lo que yo tenga para contarte. Cada experiencia es única. Y como tal, la única forma de poder disfrutarla como yo la disfruté, es viviéndola.
***
Hoy somos 200 los que nos graduamos del EMBA. Es momento de agradecer: a nuestras familias, a nuestros trabajos, a los profesores y a la gente que trabaja en el IAE. Pero permítanme invitarlos a evitar caer en la tentación de dar las gracias con palabras grandilocuentes y rimbombantes arengas.
Seamos ambiciosos. Demos las gracias de la manera más pura y sincera posible: demos las gracias con nuestros actos. A partir de hoy pasamos a ser Antiguos del IAE. Como bien nos dijo un profesor, el IAE no es su campus ni su plan académico. Nosotros somos el IAE. Nosotros somos los encargados de darle prestigio a esta escuela. Sentirnos orgullosos de pertenecer dependerá de lo que nosotros mismos hagamos y de cómo lo hagamos. Nuestros caminos divergirán, sí. Pero nos tiene que unir algo intangible e invalorable a la vez, que no tiene que ver con el camino elegido, sino con la manera en la que lo transitemos. Nos tiene que unir la impronta IAE.
Llevemos compromiso, pasión y dedicación a nuestros trabajos, familias y amigos. Seamos  mejores personas que las que éramos antes de pasar por acá. Que en el ámbito profesional nos identifiquen como empresarios y trabajadores éticos y responsables, demostrando que las cosas se pueden hacer bien y que siempre se puede encontrarle la vuelta. Vayamos detrás de nuestros sueños con pasión y dedicación. No los posterguemos para un momento mejor que probablemente nunca llegará. Inevitablemente nos encontraremos con obstáculos. Sepamos que esos obstáculos están ahí para ayudarnos. Nos sirven para darnos cuenta qué tanto queremos lo que está del otro lado.
Fuimos privilegiados con esta experiencia. Comprometámonos también con nuestra comunidad. No nos quedemos en nuestro lugar de confort, mirando hacia un costado. No transformemos ese privilegio en injusticia. Seamos protagonistas. Dejemos de buscar líderes en la televisión y en los diarios. Empecemos a buscarlos en el espejo. Hagámonos cargo y seamos agentes del cambio. Estamos en la región más desigual del mundo. Está en nosotros comprometernos con nuestro metro cuadrado para intentar mejorarlo. Aseguremos nuestros 200 metros.

martes, 29 de octubre de 2013

¡CUBA CAMPEÓN!

Media previewLa Catedral del rugby fue sede de un acontecimiento de esos que hacen llorar a la gente grande. Que estremecen hasta al más parco entre los parcos. CUBA se consagró campeón del torneo de Buenos Aires después de 43 años. El 26 de octubre quedará grabado a fuego en nuestros corazones azules y negros.

La jornada fue una verdadera fiesta. Porque era una final. Porque se trataba de dos grandes equipos. Porque los gritos contenidos durante tanto tiempo finalmente pudieron ver la luz. Y, sobre todo, porque se trataba del deporte más sublime que haya inventado el hombre. Donde el respeto y la camaradería están siempre (o casi) a la orden del día. El clima festivo se mantuvo antes, durante y después del partido. Ver a la hinchada de Hindú aplaudiendo la vuelta olímpica fue algo muy emocionante y que va a ser imposible de olvidar. Los grandes diciéndoles a los chicos que aplaudan es una muestra de la caballerosidad que reinó en la soleada tarde sanisidrense.

El marco fue imponente. De un lado, el campeón defensor. El club más ganador de los últimos años. Un caso exitoso que demostró que con trabajo y humildad se puede llegar muy lejos. Del otro lado, el retador, un equipo joven con una extraordinaria convicción que se proponía torcer la historia ese mismo día, y volver a poner al club de Villa de Mayo en la cima del rugby local. Un equipo que tenía en claro que merecer algo no es motivo suficiente para conseguirlo.

Arrancó mejor Hindú. Con una férrea defensa y un poco más de precisión en el juego, parecía que haría prevalecer su mayor experiencia en este tipo de partidos. Se puso arriba CUBA con un penal de Bauti Güemes (una de las grandes figura de la tarde) pero no tardó en darlo vuelta Hindú con penal y drop de Chori Senillosa. Sin embargo, se sucedieron dos situaciones (penal accesible desviado de Senillosa y jugada de try no convalidada tras ser dirimida por TMO) que hicieron que en la tribuna cubana nos miráramos soñando que podía ser el día en que se terminara el estigma. Haber cerrado el parcial 6-3 pese a la supremacía del equipo de Torcuato invitaba a la ilusión.

Claro. Esas siete mil almas negriazules estábamos acostumbradas a definiciones en las que al rival le salieran todas. O a que sucedan cosas extraordinarias. Como aquella semifinal contra CASI, cuando en la conversión del try del Negro Leiguarda lo apuran a patear a Piltrafa Ezcurra en lo que creo que fue la única vez en la historia del rugby que apuraron a un pateador por el supuesto minuto que tienen para patear. O aquél penal del Flaco Del Carril que no entró contra un SIC que jugó un tiempo con un jugador menos tras la expulsión de Anthony. O más acá en la historia, el playoff del año pasado, en el que se pierde un partido realmente increíble contra Newman, después de haber tenido cinco penales a cinco yardas del in-goal rival. O tantas otras…

El segundo tiempo  no arrancó de la mejor manera. A los dos minutos, otro drop de Senillosa ponía la chapa 9-3… El reloj empezaba a acelerarse. En la tribuna, la 4B estaba un poco más ansiosa, pero seguía confiado en su equipo. El partido pedía que alguien rompiera el molde. Hasta ese momento, el equipo no había podido desplegar todas sus armas. Estaba dejando la vida, pero no le estaban saliendo las cosas. Fue entonces cuando Bautista Güemes hace una salida rápida y genera un scrum en cinco yardas rivales.
En ese momento, se sintió un cambio de dirección en el viento. El partido cambió ligeramente de manos, inclinándose para los de la Villa. Y apareció la estirpe del gran equipo cubano. El equipo fue y nunca dejó de intentar. Llegó el minuto 20’, cuando a través de una avivada del virtuoso Juan Cruz González en una ley de ventaja, se gesta el try del picante Moroni para la primera gran explosión de la tribuna cubana. 9-8 y veinte minutos por jugar.

Los minutos del reloj parecían segundos. Aparecía Maguire, emocionando con algún tackle o llevando la pelota, jugando cada jugada como si fuera la última de su vida. Empujaba De la Vega. Se cortaba Pablo Quadri como si fuera O’Driscoll. El scrum cubano doblegaba a su rival. 

La gente seguía alentando. No nos iban a quitar el sueño sin luchar hasta el final. CUBA siguió jugando el rugby que lo había depositado en la final, convencido de que ese era el camino. Llegó el line robado y el drop. Parecía que la película tenía final feliz… No pudo ser… Pero tanto va el cántaro a la fuente… que se termina rompiendo. Llegó el momento crucial. Patada a cargar y penal de Camacho contra el escurridizo y corajudo Bence Pieres. Minuto 78… La historia de un club en los botines rosas de Güemes… 

En la tribuna estaban los que no querían ver, y los que no podíamos no mirar. La cuestión es que la pelota entró gracias a la mente fría del pateador (nada de eso de que “por suerte” entró) y se desató la locura. Todavía hacía falta sufrir un poco más, ya que la salida la obtuvo el incansable Iachetti y el último campeón demoró el festejo un poquito más. Pero qué son unos minutos en tantos años. Porque si algo aprendimos en estos 43 años fue a esperar…

Pitazo final y rienda suelta al festejo: ¡CUBA CAMPEÓN! Los brazos en alto del enorme capitán Lucas Piña, el corazón del equipo, siempre poniendo  el equipo adelante, transmitiendo tranquilidad y serenidad aún en los momentos más difíciles. Quiso la historia que surgiera alguien desde la Villa para llevar al equipo hasta el campeonato. Dicen que nadie es profeta en su tierra… Aquí tienen la excepción…

¡CUBA CAMPEÓN! ¡CUBA CAMPEÓN! ¡CUBA CAMPEÓN!

Ver chicos de 5 años festejando al lado de gente mayor llorando eriza la piel. Se me vinieron millones de recuerdos a la cabeza. Porque CUBA es gran parte de mi vida. Recuerdos de todo tipo…

Me acordé de mis amigos. De mi familia. Del club. De las alegrías y las tristezas. Veranos. Inviernos. La colonia. Jerry. El triangulito. Las olimpiadas de la Villa. Las guerras de bombuchas. El prolijito, a donde los más grandes nos llevaban de noche y teníamos que volver caminando. El enorme y eterno Hector Brinville, que lo vi alentando en la tribuna y felicitando a todos diciéndonos que nos lo merecíamos. Me recordé sacando piedras con mis amigos en lo que hoy es el Anexo cuando jugábamos en las infantiles. Me acordé de todos mis entrenadores y las grandes enseñanzas que me dejaron. De ese “Esfuerzo-Respeto-Amistad” que nos inculcaron desde chiquitos. Me acordé de los terceros tiempos. De la Tio Ure, que armamos porque no podíamos jugar en la Taquini. Me acordé de las giras. Me acordé de los amigos que me hice. Me acordé de las tristezas del club. De Tommy Miguens, Juan MT, Paio, Cualo, Juanqui, Kinino, que son las que viví más de cerca. Me acordé de los partidos de volley en el verano. De los que laburan el club. Oscar, Ariel… Los que laburaron. Me acordé de Fede, el del viejo vestuario. De los muchachos del vestuario de Nuñez… Me acordé de las milanesas en el quiosco de Juan…Me acordé de tantos años de seguir el rugby. Tantos clubes recorridos. Me acordé del descenso contra Alumni. Me acordé de la Reubicación. Me acordé de las semifinales… Me acordé hasta de la gente que opina sobre los valores del club desde afuera, sin conocer. En fin… Podría seguir dos horas más…
Me imaginé este mismo frenesí en la cabeza de cada cubano. Repasando su historia y dando rienda suelta a la emoción y a la algarabía. Dando esa tan ansiada y tan esperada vuelta olímpica. ¡CUBA campeón!

Después llegó el momento de la fiesta en la Villa. Esas primeras horas fueron increíbles. Íntimas. Con gente del club. Grandes y chicos. Hombres y mujeres. Me guardo ese momento como una foto de lo que es CUBA. 

Este título no llega de casualidad. Llega gracias al compromiso de un grupo de personas que creyeron que se podía torcer el rumbo de la historia. Desde la capitanía del club y de la mano de los entrenadores, potenciando al máximo al equipo e inculcándoles un convencimiento de que cuando se trabaja para algo convencido de que se puede, las cosas suelen salir. Los médicos, los kinesiólogos, los preparadores físicos. Todos aportaron desde su lugar. Y cuando todos tiran para el mismo lado, se consiguen cosas extraordinarias. 

Esto no acaba de terminar, pero tampoco acaba de empezar. Es una historia viva. Es la historia de CUBA.

¡CUBA campeón! ¡Salud!

martes, 16 de julio de 2013

Chau, Ariel. Hasta siempre. Gracias por todo.


No me conocés. No me viste nunca en tu vida. Paradójicamente, yo sí te conozco. Cómo no conocerte, si crecimos juntos… Con los ídolos, la relación es así. Uno siente que si se lo cruza en un pasillo, lo saludaría como quien saluda a un familiar o a un amigo de la infancia. Por eso, siento que nos conocemos.
 
No tenés idea lo que generaste en tantos otros como yo a lo largo de todos estos años. En mi corazón rojo y blanco, el lugar más grande te lo ganaste vos. Ese lugar especial se lo birlaste a Enzo, a quien también lo tengo en el olimpo de mi alma. No hay muchos más… Al menos, no compartiendo ese status de ídolo contemporáneo, carismático, sencillo y humilde que arranca sonrisas con el sólo hecho de entrar a una cancha de fútbol o de pararse frente a un micrófono. A futuro, es prácticamente imposible que alguien te  pueda arrebatar ese lugar de privilegio. A decir verdad, el fútbol sin tu alegría ya me empieza a dar un poco de tristeza. Quizás sea la edad, vaya uno a saber.
Tengo enormes y muy gratos recuerdos de toda tu carrera. Tus primeros pasos con esos enganches de hasta tres o cuatro por jugada antes de tirar un centro. Tus goles en la Bombonera. Un golazo a Talleres de Córdoba en el Monumental. Asistencias a Enzo y a Crespo. El golazo a Ferro luego de que nos pasara por encima la Juve en la final de la intercontinental. La libertadores 96 completa. Valencia, Sampdoria, Parma, Fenerbace, Independiente Rivadavia. Verte con los colores de Newell’s fue raro, pero igual me alegré por vos. All Boys y Defe. Aquel gol a San Lorenzo relatado por Lito me hace emocionar cada vez que lo veo.
 
Me acuerdo también estar en la cancha el día que jugábamos contra Racing y Ramón te quería sacar. No saliste y se armó revuelo. Gracias a la viveza del Diablo Monserrat se resolvió sin mayores discusiones. Era como si supieras que ese día River, como tantas otras veces, te necesitaba. Te quedaste en la cancha y la descosiste. Toda. Goles y enganches made in Ortega. Me acuerdo también el día del 3-0 en la Bombonera. Víctor Zapata, ya de noche y consumada la fiesta, contaba cómo vos organizabas todas las jugadas por medio de chiflidos, marcando el tiempo para que nadie hiciera una de más. Me acuerdo también de la selección. Los mundiales. El penal a Van der Saar que no fue… Vaya uno a saber por qué… Era más fácil que te cobren penal a vos que nos dieran el gol con la mano de Diego en el 86´… Pero la historia quiso que no fuera. Más acá, recuerdo también que la última vez que salimos campeones fue gracias a tu magistral aporte. Buonanotte hizo como 12 goles de tu mano. El campeonato siguiente se fueron Carrizo y vos y salimos… últimos. Fue el principio del fin…
También me acuerdo, no sin dolor, de la parte triste de tu vida. La prisión emocional de Turquía. Los problemas fuera de la cancha. Los periodistas disfrutando el escarnio público. Esos mismos que tantas veces se llenaron la boca elogiándote. Y la gente mal intencionada que se olvidaba que atrás del Burrito-jugador, hay un Burrito-persona. Que tiene una familia por detrás. En Argentina, la desgracia ajena se disfruta por sobre la gloria propia. Pero si en algo se sustenta la idolatría, es en la incodicionalidad. Eso explica que en esta etapa el vínculo se hiciera más fuerte. Durante esa etapa en el ostracismo (con la prohibición de la FIFA para  jugar) me acuerdo de buscar ansioso la noticia que más tarde llegaría. Esa que decía que se arreglaba la suspensión y podías volver a jugar.
Los vaivenes siguieron varios años más. Y nos fuiste acostumbrando a la ruleta emocional, pasando de la euforia a la amargura con tan solo una foto de algún imbécil vanagloriándose de encontrarte de rodillas, tras un nuevo tropezón. Y lo futbolístico pasó a un segundo plano. Los que te queremos, queríamos verte bien. Feliz. Sin importar que  no pudieras regalarnos más gambetas.
El sábado te despediste. Como tantas veces. Pero en las anteriores sabíamos que en algún momento ibas a volver a casa a deleitarnos con tus amagues. “Se va uno de los últimos grandes ídolos”, rezaba una placa. Me hizo dar cuenta que este fútbol argentino en constante emergencia nos está dejando sin una de las cosas más lindas que tiene el fútbol: nuestros ídolos. Verón nos regalará otro semestre. A Román no le queda mucho. Me cuesta imaginarme tipos que jueguen tanto tiempo y tan bien en nuestro fútbol vernáculo. El fútbol argentino no sale de terapia intensiva. Y nadie parece darse cuenta. Hace  poco veía gente llorando por un descenso. No la entiendo. Es un momento duro y amargo, pero no para llorar. Si llorás por algo así, es  evidente que en tu vida nunca te pasó nada doloroso en serio. Yo no lloré cuando nos fuimos a la B. Tenía bronca, sí. E impotencia. El sábado, en cambio, no pude contener las lágrimas. Veía tus canas en esa cara que parece siempre de veinte años. Ese mentón salido, producto de tanto reirte y sonreir. Siempre con buena onda. Admirado y querido por pares, y muy respetado por rivales. Nunca te la creiste. Nunca un comentario de mala leche. Amigos en todos los clubes. Dejando una impronta en la gente a la que te rodeó. En eso también sos ídolo. Porque nunca dejaste de ser Ariel de Ledesma.
No estoy para juzgar qué cosas hiciste bien o mal. No me interesa ni tengo autoridad alguna. Demostraste que sos humano como todos y como ninguno a la vez. Si no hay grandeza en caerse, sí la hay en levantarse.

Es por eso, Ariel querido, que sólo quiero decirte GRACIAS. Y de corazón te deseo que vivas mucho tiempo más y puedas disfrutarlo con tus seres queridos. A los que vos querés, obviamente. Porque los que te queremos somos tantos que no te alcanzarían ni cien vidas para estar un minuto con cada uno de nosotros.
 
 

martes, 19 de febrero de 2013

El Cruce (segunda parte)


Acá estamos nuevamente para todos aquellos intrigados en conocer el desenlace de los aventureros...

Intentaré mantener el grado de detalle en la narración, ya que si están leyendo esta parte es porque evidentemente les gustó la primera. No puedo comprometerme porque el cansancio y el ladino tiempo se complotan para intentar borrar algunos recuerdos. Por supuesto que los más lindos (y también los más feos), son los más difíciles de borrar... 

Día 2: la materialización de la locura

El día amaneció algo nublado. Un guiño del tiempo para con nosotros. Ponerse las zapatillas aún mojadas del día anterior es algo bastante desagradable. Es como si los pies se resistiesen, quizás sorprendidos de que el esfuerzo del día anterior no haya sido suficiente para terminar con el asunto. Ni qué decir de ponerse la camiseta oficial de la carrera... 

Los músculos se van despertando por turnos. Primero el tren superior, luego los gemelos y los cuádriceps. A los isquiotibiales y los glúteos parece costarles un poco más, pero de a poco van recuperando movilidad. Ya después del desayuno, cuerpo-mente-ropa ya son uno nuevamente y nos encontramos listos para proseguir con el itinerario.

Lejos de ser expertos, pero sin dudas mucho más experimentados que el día anterior, cargamos inteligentemente nuestras mochilas: agua, geles, frutas, botellitas de agua para cargar de los arroyos, y rompevientos... Los dioses de la montaña se apiadaron de nosotros e impidieron que dejáramos los rompevientos en los bolsos, algo que teníamos pensado hacer luego de evaluar el peso de los mismos y de sopesar la inocente creencia de que, como el primer día no los usamos, no los necesitaríamos más nunca.

Nuevamente, una caminata previa que no se computa en los registros. Habrá sido un kilómetro desde el campamento hasta un precario puente que los colectivos no se atrevían a cruzar. Nos subimos al bondi que nos transportó hasta la largada y, sin más prefacio, arrancamos lo que sería una de las pruebas físicas y mentales más exigentes de nuestras vidas.

Ya de entrada, el segundo día nos mostraba sus afilados dientes... Una larga y empinada subida por un camino de autos. La temperatura rondaría los 18-20 grados. Fresco, pero mientras se mantiene el calor corporal, es una buena temperatura. Empezamos tranquilos, pensando en tardar unas nueve o diez horas. La categoría equipos había hecho esta etapa el día anterior, y en el campamento circulaban rumores de que había gente que había tardado hasta trece horas... 

Los grupos de corredores comenzaban a pasarnos. Uso adrede la palabra grupos, ya que no son equipos. Cada corredor es parte del grupo en tanto y en cuanto pueda mantener el ritmo del mismo. Caso contrario, irá quedando relegado. En definitiva, es un poco el espíritu del corredor. Uno corre contra sí mismo, no contra los demás.

Habrían pasado unos cuarenta y cinco minutos de la salida, cuando nos miramos y nos propusimos casi al unísono empezar a meterle ritmo. Y así fue. Empezamos a trotar y a correr en las partes planas y bajadas, y a subir a buen tranco en las subidas. Una vez que se terminó el camino de autos, nos adentramos en un frondoso bosque, cuyo suelo estaba blando, producto de la lluvia de la noche anterior. A la hora nos comimos una fruta y tomamos un poco de agua, comenzando una rutina que no abandonaríamos hasta el final de la carrera.

Casi sin darnos cuenta, llegamos al primer arroyo. Km 10. Una hora y cuarenta minutos. Veníamos a un ritmo arrasador... Superado ese arroyo, continuamos el ascenso, por unos tres km de bosque. Ya en el último tramo del bosque se veía una larga y picante subida para salir del mismo. Lejos de amedrentarnos, le metimos ritmo y, dejando atrás a varios corredores, la superamos sin mayores contratiempos. 

Generalmente, después de una subida uno mira rápidamente el nuevo horizonte para luego volver la mirada sobre el camino que lo llevó hasta ahí, de manera tal de poder regocijarse viendo la hazaña que acaba de realizar. En ese instante, una corredora que llegaba al lugar nos pregunta si sabíamos si esa era "la" subida que se veía en el perfil de alturas de la etapa dos. Antes de liberar el impulso de responder que sí. giramos nuestras cabezas 180° para corroborar que así era... Ahí fue cuando vimos "LA" subida. Un paredón infernal y eterno que hacía parecer que el reciente ascenso fuera como subirse a un banquito.

No nos dimos tiempo de pensarlo siquiera una vez. Continuamos la marcha. Uno. Dos. Uno. Dos. Un pie después del otro. La subida era definitivamente nuestro fuerte. Seguimos pasando corredores. Al cabo de unos cuarenta y cinco minutos más, llegamos a la cima. Dos mil metros de altura, pico de la carrera. 15 km en algo más de tres horas. Impecable hasta allí.

Del sol, ni rastros. A esa altura y con el día nublado, el fresco ya era frío. Nos pusimos el rompevientos y empezamos la bajada. Dos kilómetros más y llegamos a un lago en el medio de la montaña. Un lugar realmente increíble. Nos reabastecimos de agua y seguimos. Aún no estábamos ni siquiera en la mitad del recorrido.

Saliendo del lago nos dispusimos a enfrentar una nueva subida. Ninguna sería como la que ya habíamos dejado atrás, aunque el cansancio del cuerpo se empecinaba en hacernos creer lo contrario. El paisaje cambió drásticamente. Terreno más rocoso y un poco más verde. Retomamos la corrida y seguimos avanzando a buen ritmo. El frío ya comenzaba a calar un poco más hondo. La lluvia y el viento se unieron a nuestra marcha, para acompañarnos durante varias horas.

Cruzamos una larga y árida meseta para llegar a una de las partes más lindas del recorrido. Pasando el km 20 y tras una nueva subida en terreno más arenoso, llegamos a una especie de desierto rocoso en el que se veían sólo montañas y una diminuta fila de corredores allá a lo lejos en el horizonte. Después de unos mil metros de caminata en la planicie, volvimos a trotar. Llegamos a lo que vendría a ser el filo de un volcán extinto y comenzamos a caminar por el mismo. Cuando veo paisajes como ese pienso varias cosas. Por un lado, imagino que Dios dedicó mucho más tiempo y esfuerzo en diseñarlo, y se lo reservó a personas que sólo lo podrán ver luego de cierto esfuerzo para acceder hasta allí. También pienso que pareciera ser ley que cuanto uno más se aleja de los lugares donde el hombre ha dejado su indeleble huella (ciudades principalmente), tanto más impresionante y espectacular es el paisaje. Es algo así como la pequeñez del hombre ante la inmensidad de la naturaleza y todas esas cosas...

Venimos bien. Ya estaremos en las cinco horas de recorrido. Bien hidratados y bien alimentados. Sobrepasamos otro filo y comienza un escarpado descenso hacia un bosque. Este descenso, de alrededor de media hora, es en un paisaje que se parece a la Escocia de Corazón Valiente. Verde y rocoso, nublado y húmedo.

Tres o cuatro arroyos más tarde, entramos al último bosque. El bosque mais grande do mundo... 

Esquivar una raíz, saltar un charco, pisar la rama dentro del lodazal para no empantanarse, correr otra rama con el brazo, controlar la respiración, agachar la cabeza, tener cuidado al pasar un corredor, ver el camino, mirar el paisaje... Extenuante...

Iremos ya por las seis horas de carrera. Estamos corriendo de costado por la montaña, con árboles a ambos lados. Otro imponente lago se ve a la derecha, con una carpa de algún turista a lo lejos. Correr de costado me hace pensar en lo que debe sentir una persona con una pierna más corta que la otra al correr en el plano. Es demoledor para las articulaciones. Tal es así, que mi rodilla empieza a clamar socorro. Intento acallarla, como todo el resto de la carrera, pero me resulta imposible. Hasta que, tan concentrado en ella, me distraigo y me tuerzo fuertemente el tobillo derecho. Es un clarísimo esguince. Siento que el mundo se me viene abajo. No tenía dudas de que ese día lo iba a terminar, pero si la lesión me impedía salir el tercer día sería algo devastador. 

Tuvimos que disminuir la marcha y caminar hasta el final. Sabía que si el esguince era severo, no podría continuar por más que quisiese. Me propuse entonces atenerme a lo único que me quedaba: la ferviente voluntad de cruzar esa meta.

Kilómetro 35. Cruzamos un arroyo y pensábamos que ya estábamos. Nos habían dicho que eran 38 km para esa etapa. Última subida y la bajada más empinada de todas. Mis rodillas crujían. Joaquín, producto de todo un año de gimnasio, lo llevaba bastante mejor. Su lucha pasaba más por combatir los efectos adversos del tabaco. Vale decir también que todavía no habíamos aprendido a correr las bajadas. Recién al día siguiente aprenderíamos...

Km 38 y llegamos a un camino de autos. Mojados, doloridos y hartos. Van como siete horas y media de carrera. La ilusión por ese plato caliente de pastas nos hace dar otro paso. Curva, contra curva, contra contra curva... Los 4 km más largos del mundo. 

Ocho horas y casi veinte minutos después de largar, llegábamos a la meta...

El campamento dos estaba en un lugar aún más lindo que el del primer día. Nos aseamos un poco en un gélido arroyo, dejando la mitad inferior del cuerpo bajo el agua para que las bajas temperaturas mimen un poco a las maltratadas articulaciones y músculos. Habremos llegado a eso de las cinco o seis de la tarde, por lo que el almuerzo y la cena fueron bastante seguidos. 

Rengueando de un lado al otro, temía ir a la enfermería, ya que quería evitar oír un veredicto que no quería oír. Un analgésico y a esperar. Opté por dormir una pequeña pero reparadora siesta, mientras Joaco pasaba por la camilla de masajes.

Mucho más habituados a la vida de camping, nos acomodamos rápido y disfrutamos de las charlas con otros corredores-gladiadores. El clima del campamento es muy distinto al del primer día. A esta altura ya se cayeron todas las caretas y todas las corazas. El cansancio une los espíritus. Hay un muy lindo ambiente de amistad. Es que claro... estamos todos juntos en ésta...

Día 3: abrazo a la gloria

Creo que dormimos un poco mejor. El cuerpo necesitaba el descanso y descansó... Repetimos rutina: armado de mochila, más abrigo que el día anterior, desayuno y bondi.

Arrancar el tercer día fue un gran alivio. Ya está. Hoy se termina. "Cómo" se termina será otra cosa, pero al terminar el día la faena estaría concluida.

Los primeros dos kilómetros eran sobre camino de ripio. Muy tranquilos trotamos hasta el primer bosque y la primer subida. 

Terreno blando y, con el vendaje, ni rastros del dolor del tobillo. El que sí me acompañaría durante toda la etapa seríael dolor de rodilla. Un dolor que oscilaba entre un mínimo que hacía que no pudiese pensar en otra cosa y un máximo que no me impedía continuar la marcha. Supe que, no importara cómo, llegaría. Nadie me iba a impedir dar todo lo que tuviera. Darlo todo era la única forma de poder mirar a los ojos a mi familia y a mí mismo en un espejo. Joaco estaba entero, aunque obviamente con algún dolor muscular.

Arrancamos a muy buen ritmo toda la subida, y casi sin darnos cuenta, atravesábamos el km 10. Faltaba quizás una hora más de subida. Subida de bosque que se terminó haciendo dura debido a la inmensa fila india de corredores que se armó. Un verdadero embotellamiento. Ir más lento cansa más los músculos.

Al terminar la subida, una hostil pendiente nos aguardaba en la meseta. Deben haber sido dos o tres kilómetros con una moderada pero constante pendiente, con viento cruzado y lluvia constante. Un panorama muy sombrío... El paisaje era obviamente imponente, pero poco le importa a uno en ese momento en que sólo quiere una taza de café caliente al costado de una chimenea encendida. 

Ya en la bajada de la meseta, nos dispusimos a correr sobre el terreno rocoso. En este preciso momento fue cuando aprendimos a bajar... Era cuestión de soltar el cuerpo. Al no intentar frenar, las articulaciones no se resienten. Habremos corrido unos setecientos metros a máxima velocidad en bajada. Tan sólo esa sensación hubiera pagado la experiencia completa. El viento en la cara, las piernas descontroladas y libres. Libres como nunca. Como cuando uno era chico y no conocía otra forma de correr que no fuera a máxima velocidad... Un tropezón podría llegar a implicar una fractura expuesta, pero la adrenalina era más fuerte... Los huesos tarde o temprano irían a sanar...

Sería el km 18. Entramos al último bosque que cruzaríamos y nos comimos un paquete de maní. El maní más rico de nuestras vidas... Alternando el liderazgo con Joaquín, cruzamos el bosque como un relámpago. No queríamos parar... Correr, correr, correr...

Llegamos a un puesto de hidratación que estaba en el Km 21. Seis más... Tomamos agua y de nuevo a correr...

Llegamos a la ruta. Los últimos 3 ó 4 km son en la ruta que atraviesa las migraciones y aduanas de los países. Caminamos. La cabeza empezaba a darnos vueltas. Uno empieza a querer contar la experiencia antes de terminarla...

Nos pasan unos argentinos que nos alientan. Empezamos a correr con ellos. Vamos arrastrando gente al grito de "Vamos que falta poco, carajo!". Se nos pone la piel de gallina. Se ve la bandera de Chile. Es la frontera... No aflojamos. Nos demoramos un poco porque a Joaco se le mojó el papel migratorio y el gendarme es un rompe pelotas que no entiende nada de la vida...

Un kilómetro separan las aduanas de Chile y Argentina. Lo trotamos. En treinta segundos cruzamos la aduana. Faltan dos kilómetros!!

Aparece el inflable de la llegada. Vamos hacia él. Hay un alambrado. Hay que retomar, ir unos metros para atrás y bordear algo que parece un campo. A quién le importa. Ya pusimos la mirada en el inflable. Trecientos metros. Doscientos. Cien... Nos abrazamos. Llegamos...

Explotamos. Nos volvemos a abrazar y nos separamos. Cada uno necesita tomar consciencia y grabar ese momento. Los dos tenemos ganas de llorar y, como hombres, no queremos que nos vean llorar.  Me pongo en cuclillas y me quiebro. Dura poco, pero es muy intenso. Ya está. Nos lo propusimos. Quisimos. Pudimos.
 
Espero no haberlos aburrido con el extenso relato, pero es difícil ser breve con tantas cosas que pasaron.

Fue sin dudas una de las experiencias más lindas de mi vida. Alguien alguna vez me dijo una verdad que me retumbó bastante en la cabeza después de cruzar la meta: "Los grandes objetivos no se logran superando a los demás, sino superándose a uno mismo."

Los despido hasta nuestro próximo encuentro.