sábado, 25 de julio de 2009

Trabajo por dinero?

En uno de mis momentos diarios de reflexión, intenté responderme una de las clásicas preguntas: ¿trabajo por dinero?.

Esta pregunta me la hago bastante frecuentemente. Periódicamente intento repasar dos de los discursos más inspiradores que he oído en mi vida. Uno es el de Steve Jobs a los graduados de Stanford, y el otro es el de Randy Pausch, que fue promocionado como La Última Lección.
Son dos grandiosas disertaciones que me ayudan a replantearme qué estoy haciendo con mi vida.

En el momento que me hice la pregunta inicial, mi respuesta fue un rápido "no". Pero como en realidad esa es la respuesta que me hubiera gustado escuchar y no la que responde sinceramente la pregunta, decidí explorar un poco más... Encontré muy útil entonces hacerme nuevas preguntas que me ayudaran a responder la pregunta original de forma más honesta. Me hice las siguientes dos preguntas:
Si fuera el último año/mes/día de mi vida, ¿iría a trabajar mañana cuando me levante?
Si recibiera medio millón de dólares (por poner una cifra redonda), ¿iría a trabajar cuando me levante?
Si las analizan, la pregunta es la misma; el escenario es lo que cambia.
En ambos casos, mi respuesta fue contundente: "No, no iría".
El primer escenario (el de la proximidad a la muerte) se trata en realidad de un escenario real. En definitiva, dependerá dónde se posiciona uno para ver su vida. Sin querer ser fatalistas, ya estamos viviendo los últimos 20, 40, 50, 60 u 80 años de nuestra vida. Sólo que no sabemos cuándo ni cómo nos iremos. Creo no equivocarme si afirmo que ningún ser humano pensó que se iba a morir antes de los 80 años...
El segundo escenario (el del medio millón de dólares), se trata de algo alcanzable, en mayor o en menor medida, en más o menos tiempo. Dependerá de qué tan "bien" le vaya a uno laboralmente (lo pongo entre comillas porque me estoy refiriendo exclusivamente a la riqueza que uno acumule); y dependerá también de que cuando uno alcance esa cifra no la malgaste o no se haya generado nuevas necesidades que lo lleven a querer medio millón más...
Ahora bien... si no iría a trabajar en estos dos escenarios, ¿por qué voy a trabajar todos los días?
Conclusión 1: sí trabajo por dinero.

Sorprendido con esta respuesta, y algo reticente a aceptarla tan trivialmente, quise ahondar un poco más con las preguntas... El trabajar por dinero, ¿me hace infeliz?

Acá es donde empecé a analizar mi trabajo fríamente y a intentar bajar a la tierra sentimientos y emociones. Sinceramente, me gusta lo que hago. Lo hago con pasión. Me esmero por sacar lo mejor de mí y de los que me rodean. Me pongo desafíos e intento superarlos. Sin temor a engañarme, puedo aseverar que disfruto mi trabajo.
Por otro lado, no puedo ocultar que hay días en que no tengo ganas de ir, y hay tareas que tampoco me gusta hacer. En cierta medida creo que las tareas ingratas hacen que pueda disfrutar en mayor medida las que me gustan. Pero hay que tener cuidado con esa medida, ya que el desbalanceo puede generar frustración e instatisfacción (he pasado por esto...).
En líneas generales, si bien no creo estar al tope de la pirámide de Maslow con la completa autorealización, sí me siento bastante satisfecho.
Conclusión 2: No trabajo sólo por dinero.

Esta segunda conclusión me tranquilizó bastante, y me animó otro tanto. Si bien todavía no tengo decidido qué estaré haciendo dentro de tres años, estas conclusiones me ayudan a ir delineando el camino. Aunque quizás en la vida nunca llegue a un destino... Quizás se trate simplemente de caminar... En ese caso, habrá que encontrar la mejor manera de hacerlo.

Lo que mata es la humedad

La reciente ola de frío que azota Buenos Aires ha generado una mayor curiosidad de nuestros amigos lectores respecto del clima en la ciudad de Monterrey.
Más allá de la extrañez que provoca el estar atravesando la estación opuesta, cuando uno cuenta que la tempereatura por estos lares alcanza los 40°C, la gente no puede contener una suerte de expresión de sorpresa entremezclada con compasión. Acto seguido, uno intenta explicar que los 40°C de Monterrey no se asemejan para nada a la misma temperatura en una ciudad como Buenos Aires.
La mejor manera de explicar este fenómeno (si no la única) es haciendo referencia a la, muchas veces cuestionada, sensación térmica.
La sensación térmica es la sensación aparente que las personas tienen en función de los parámetros que determinan el ambiente en el que se mueven. En criollo, la temperatura que sentimos considerando los efectos que producen en nuestro cuerpo el viento y la humedad. El efecto del viento es más importante en invierno, mientras que la humedad juega su papel todo el año.
En la tabla de más abajo se puede observar la diferencia en la sensación térmica que produce la humedad.

Yendo al caso práctico, en Monterrey usualmente hay una temperatura de 40°C con 20% de humedad. Esto da una sensación térmica de 40°C.
Cuando en Buenos Aires hay una temperatura de 33°C, la humedad usualmente puede superar el 70-75%. La sensación térmica en este caso es de 43-45°C.

Como dirían nuestras abuelas, "lo que mata es la humedad..."

El problema que no explica la sensación térmica es qué es lo que pasa cuando uno se queda al sol... Realmente no se puede estar al sol, ya que uno se asaría al cabo de un par de horas.

En definitiva, hace calor, pero se tolera bastante bien!!