miércoles, 3 de agosto de 2011

Esa insanidad de salir a correr...

7.00 am. Suena el despertador. No entiendo nada. Entreabro un ojo. Tiro el ciego manotazo a la mesa de luz, a ver si logro dar con el despertador, que, vaya a saber por qué, siempre está en un lugar distinto de la mesita. Siento que los párpados me pesan como un mueble de roble francés. Lucho un poco más y logro sentarme. Gracias a la incipiente luz que entra por la ventana, producto de la reciente salida del sol, puedo descifrar la figura de la almohada. El círculo de saliva, o "babón" para los entendidos, es del tamaño de una naranja. Se lo percibe aún tibio. Miro para el costado, y la veo a la flaca ahí tirada. Durmiendo la mona como Dios manda. Claro: es sábado. Si ya madrugué todos los días de la semana, este es el momento ideal para no hacerlo. 

Pero algo me empuja a incorporarme, ir a ponerme la ropa deportiva, buscar los artilugios para escuchar música y encarar hacia la puerta de la casa... rumbo al pavimento...
Poco más de una hora y media de corrida después, ya estoy de regreso en casa. La satisfacción es enorme. Ya le gané la batalla al día. Todo lo que viene después, lo disfrutaré de otra forma... lo miraré con otros ojos... Es difícil de explicar...

Pero sería tonto de mi parte intentar explicarlo, cuando hay alguien que ya lo hizo.. Y que lo hizo de una manera magnífica, extraordinaria y única. Se trata de Marciano Durán (marcianoduran.com.uy), un charrúa que escribe a menudo y un día se le ocurrió hacerle este regalo a la comunidad mundial de corredores. 

Si alguna vez has corrido, en algún momento de este relato alguna fibra interior se moverá. Quizás te conmuevas, te emociones, e incluso llores, como yo. 
Si nunca corriste, tal vez esto te sirva para entender un poco más a esos locos que corren.
Te invito a disfrutar de una mezcla de poesía pura con genialidad y espontaneidad.